lunes, 25 de mayo de 2009

Un perro relata un gran sueño que tuvo anoche


"No me acuerdo hace cuanto. No me acuerdo. Yo merodeaba , olía y olía, buscando un pedacito de lo que fuera. Hasta los tallos de las acelgas me comía. Tenia hambre, si. Todavía. Si me los tiran, me los como. Cualquier otra verdurita que tiraran. O si se iban, iba yo y en donde estaban sus carpitas, sus puestos que les llaman, me ponía a oler el piso buscando el rastro de una carne que hubiesen comido a mediodía y que yo pudiese comer ahora. O un hueso y me lo comía ñac ñac, abriendo bien la boca y haciendo crujir hasta las astillas al rico huesito, mostrando bien los dientes, porque quería decir Estoy Contento."

"Yéndome a la segura vuelvo a algunos puestos y sabiendo “Ah! Si me dieron la semana pasada me dan hoy!”. Uno confía en eso y la confianza a veces da provecho. O confías mucho en algo y lo ves asomarse en todos lados, en forma de hueso o verdura, que son mejores que la basura que tiran en los tubos que dan al agua grande y salada. Mejor que el puerto, porque ya no se dejan entrar mucho. Prefiero quedarme cuando puedo en los huesos y las verduras que siempre puede que hayan, y así. Confió."

"Un día me muevo un poco mas allá y todo es otra cosa. Camino siempre atento a lo que hay cerca mio, empiezo a oler algo así como al puerto que me daba miedo pisar. Peces. Otro perro huele muy cerca uno de esos peces que están muertos encima del hielo. Y mordisquea... No pues. Recién llegado y robando sin siquiera nada. Me acerco calladito, y le ladro “Oye, Oye!”. Y de ahí el dueño de los peces nos mira y nosotros dale que dale con los ladridos, mostrando los dientes (y ya no es un Yo Como y lo demuestro, sino un Yo Amenazo, que el perro entiende con claridad). El pelo en la espalda que sube y sube, la cola que te la muestro porque te quiero mostrar que me molestas. Nos mordemos, perro, mordámonos. Te vas porque yo se ladrar mejor. Correte y se que mordiendo bien no vuelves. Y de la lengua tendida al aire chorreaba un poco de baba y es que estaba cansadisimo."

"No, no suelo pelear. No peleo porque no se da. Pero así sin siquiera pedirle a el viejo de los peces, que yo entiendo que tiene los peces no regalados, sino que es toda una voluntad y un esfuerzo y un cansancio. Sin respetar, tu, perro, te abalanzas sobre su presa, su comida, la carroñeas. Así que ándate, por eso te mordí y mis ladridos te van a retumbar por varios días y te hablaran cuando te vuelvan a doler y se te pongan negros."

"Ocurrida así la pelea, El me empieza a acariciar el lomo, me dice cosas cantaditas, agradeciéndole yo con un langüeteo en las manos, y El se ríe y las saca, me pega un topon suave en la cabeza. Yo estaba cansado, si, había sol y soplaba esa brisa desde la playa que te humedece cuando el Sol esta encima de ti y de todos. Me tendí en las baldosas en las que fluía el agua derretida desde bajo los pescados que se mostraban y dejé que me refrescara mientras pasaba por abajo mío."

"Comencé a ver las patas de los que caminaban, los que se detenían a charlar con El y llevarse bolsas a cambio de su charla, y aquellos que caminaban anunciando cosas que yo no sabia que eran. A El no le pareció importar el que estuviera echado allí, frente a su puesto, así que me dormí como me duermo yo."

"Despierto asustado por unos tacos. Me duermo. Despierto cuando El empieza a decir "¡los últimos los últimos!", lo grita tanto que de a poco me levanto estirando las patas contra el suelo, sacando sin querer con mi garra un poco de mugre metida en la separación de las baldosas, me concentro un poco en esa mugre; ahí esta el olor a pez. Luego, me voy a juguetear con el viejo. Me acaricia otra vez el lomo y algo me dice, como muchos me han dicho tantas frases que no me entran y luego me mira y se asoman en su cara muchas grietas. Creo que sus grietas y arrugas son como los gusanitos que se comen los pájaros en el pasto de la plaza. Gusanitos que también respiran y se alimentan de su juventud, sus pulmones, su voz que ahora suena mas grave y raspada en comparación a la que tenia en la mañana, pero en cambio sus gusanitos le otorgan serenidad y honesta alegría mientras se desplazan por su cara y me acaricia en la cabeza y me da su mano para que la lama. La lamo. De nuevo."

"De a poco sacan los puestos mientras lo lamo y una mosca que me vuela en los ojos y no alcanzo a morder. El sol es mas grande y se lo empieza tragar el agua. Con eso El me tira una cabeza de pescado que me la zampo rápido en su poca carne, y empieza a cerrar las cosas, a tirar el agua heladísima que me salpica y yo chillo. Se demoran en sacar todo, me aburro un poco y me voy a merodear. Camino un poco a la esquina y al caminar veo como todos están en una rutina parecida: que cuenta la plata, bota los tallos de las lechugas, tomarse un tecito, lavarse las manos, chasconear al cabro que se porto bien y ayudo a pesar las frutas. En un cajón hay otro perro mordisqueando las bolsas en su interior. Con la cabeza gacha me acerco, lo huelo y su olor me dice que esta buscando comida. Con los dientes naranjos de zanahoria me dice que le molesta que le huelan la comida que es suya y yo le digo que se como es eso, que corretee a uno igual, lo mismo, y dejo que me huela para que escuche el pescado que me llena las tripas. Me dice que de semana en semana vienen, se instalan, viene gente, mas o menos siempre la misma, estos se van y luego ellos se van. Entremedio tu te encuentras con la comida que baila de sus manos a la pesa, de la pesa a la bolsa, el cajón, una que otra boca. Me dice esto entrecortadamente y así yo lo oigo mientras me muerdo una pulga."

"De a poco me digo: La mano del viejo es de por si, es cariño o es su mano bañada en pescado, y nada más. Una de dos. Ya no recuerdo lo que me dice el otro perro mientras me lo dice por que me absorbo en eso que me inquietaba calladamente. La cosa va así: me quedo con el viejo de los gusanitos, me lleva en el camión que reposa atrás de su tienda, asumo que vendrán mas caricias, quizás un niño tenga el viejo. Volver todas las semanas, velar por sus peces, mientras veo el agua que se acanala en las grietas de la cerámica. Ver a los otros perros merodeando cuadras donde no abunde mi olor. Mi olor a pez. Seré un pez peludo a cambio de su refugio. A lo largo de la ancha plaza y el paseo que bordea la playa camina mi otra opción. Ni siquiera se si me aceptaran, o si dejaran que me devuelva por donde vine. No. No, viejo."

"Ya estoy corriendo por las calles que me habían visto pasar y el perro que me hablaba siguió con sus zanahorias. Llego a la cuadra de la feria en desarme, quedan tres puestos y aun tiran el agua derretida del puesto del viejito. Allí esta él. Manteniéndose agachado tras vaciar una de las bandejas, me mira feliz venir y su cara mueve los labios y sus ojos están casi cerrados mientras los mios bien abiertos observan la bandeja que no ha sido guardada y en ella están los ojos neutros de cuatro grandes peces que no alcanzaron a vivir para creer que un perro pudiera robárselos mientras salia corriendo hacia los cerros del puerto."

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