martes, 17 de agosto de 2010

Bla.

Hoy miro

Me acuesto en la arena y espero

Que alguien nos mire desde su planeta

Con ojos de aburrido

Y corazón de abuela.


Pasan horas

De repente nos da pena volver

No faltará quien moleste en la cabaña

Al vernos con pelo de arena

Y ojos de sal.


Es lindo

Volver a Santiago por las noches

Que nos tiñan de cariño y fríos

Recoger los bolsos del bus

Y despedirnos.

El Imparable.

Inventé un auto que no se detiene.
Lo tengo guardado en el garage y no se lo he mostrado a nadie, como es natural; Es basicamente un auto común y corriente, de esos rendidores que por lo general ocupan los taxistas, pero que gracias a mis décadas de estudio en mecánica, física y electrónica, no será capaz de parar jamás una vez que lo prenda.
Son muchas cosas en que pensar y llevo años tratando de resolverlas: Quienes serán mis acompañantes o si iré definitivamente sólo; Que comida llevaré para saciar mi hambre y mi sed; Que haré para retratar mi hazaña, quienes serán mis herederos. Y así muchas preguntas con las que dialogo desde que mucho hasta que vuelvo de la oficina.
Pienso en los paises que visitaré, la admiración que generará mi proeza humana y científica, la fugacidad de mi pasar en aquellos que no adviertan mis idas y venidas. Las revoluciones que en algunos paises se sustentarán con mi imagen y los descubrimientos que cambiarán paradigmas. Las parejas que se amarán al verme pasar y los niños que coleccionaran los juguetes con la figura de mi auto. Los parques con mi nombre y los ministerios que se crearán. Las canciones que se compondrán y los cuadros que se pintarán.

Allí está el auto esperando en mi garage y cada uno debiese saber cuando darle la marcha. Mañana empiezo así que me tengo que ir a dormir.

3 Cosas.

1.
"¿Qué paso?" Preguntamos
Creemos que es el frío, o el mes
o la última noticia del ladrón profugo
incluso la forma en que miras al cielo
mientras el viento de invierno mece tu pelo
y no, y no, y no

Y preguntamos a viva voz
(como una madre bucando a su hijo perdido)
"¿Debemos preguntar aquello?"
Y una voz aún no muerta dice que esto, que lo otro
Dice palabras que no entenderemos
hasta que estemos juntos o postrados.

Dice que si.

2.

Un sofa abandonado en una esquina
Un colchón tirado junto a un árbol
La luz de una grua alumbrando unos fierros
Micros amarillas mirando al mar en Algarrobo
Los pasos de un auxiliar en un colegio por la noche
Mi abuela nuevamente haciendo helado con platano.
Padres llorando y niños riendo en una película de estreno.

Mis piernas siguen paso a paso
alimentando a mi memoria
para que esta no pierda su camino

3.

La exquisita humildad del silencio
La elocuencia y claridad de un perro
al ladrar por la noche,
cuando es realmente escuchado

Le invento un nombre
al color de tu cara
iluminada por ladridos
y por tu respiración tranquila.

domingo, 28 de junio de 2009

El incendio

Y si me quedo dormido mientras estoy parado fumando un cigarrito. Y la colilla encendida se cae encima de una planta , vecina de otras plantitas.
El mundo seguirá girando y seguirá respirando.

La excusa

"Ahora si que no tengo ningún apuro; Así me acuerdo mejor de esas cosas. Te cuento:

Amaneció despejado y nítido, con el celeste original del cielo, manchado aquí y allá por algunas nubes. Se me ocurre que sólo en el tiempo de los indios pudo haber un amanecer como esos, radiante, puro, incivilizado.
Había llovido.
Estaba verde el suelo y los cerros, tapizados de pinos oscuros apilados en fila por alguna forestal, estaban aún más verdes. Yo estaba sentado en la puerta de la casa mirando esas nubes que parecían recién nacidas. Pero tu conoces el sur y sabes de que color se ponen sus pueblos después de un diluvio de varios días, así que me ahorro toda descripción. Pienso que tal vez estés por allá mientras te escribo esto.

Mis papás habían salido la noche anterior a comer donde unos amigos y volvieron de madrugada, silenciosos para evitar despertarnos a mi abuela y a mi. Fueron a mi pieza, me acariciaron el pelo y se pusieron a hablar allí, no más fuerte que la lluvia que caía afuera, creyéndome dormido.
Los escuchaba acostado contra la pared, curioso por saber lo que hacía mientras dormía. No recuerdo de que hablaron, pero te cuento estas cosas para ver si descubres algo sobre mi que no haya notado.

Así que, como decía, al día siguiente estaba sentado mirando hacia el cielo muy temprano, un sábado o domingo. Ahí parece que me decidí, no me acuerdo muy bien porque, pero he pensado que los niños pueden actuar porque si ya que algo de animal, de instintivo, les debe quedar en sus cabezas que recién se forman.
De modo que me escapé de la casa: abrí las rejas del portón y empecé a caminar despacio por la vereda, saltando las pozas de agua y mirando a todos lados. Doblé en la esquina de la cuadra de mi casa y seguí por el largo camino de tierra que daba hacia el lago del pueblo. Me embarré entero con mucho gusto, según recuerdo. Me acerqué a mirar el agua marrón que pasaba por un canal al costado del camino y tengo que haber tirado un palo o cosas así para haberme quedado un buen rato allí, sentado en el pasto mojado

Descansaba jugando con los chanchos de tierra cuando por ese camino embarrado se metió un viejo de chaqueta café y sombrero de ala ancha encima de una carreta con su yunta de bueyes moviéndola lentamente, a la velocidad de las nubes. Y el viejo dale que dale azotándole a los animales con una varilla para que se apuraran. Se quedaron quietos ambos sin quejarse de los golpes del viejo y es que parece que se quedaron atrapados en el barro o algo así, no recuerdo bien.
Solté los bichos que tenía en la mano y me fui acercando de a poco mientras los bueyes resistían un varillazo en la cabeza, otro en las piernas, en el lomo y nada, ahí seguían , silenciosos, mansos y vivos. Algo llevaría el caballero en su carreta que necesitaba llegar pronto, pues gritaba casi con llanto mientras azotaba al par de animales, los que sangraban en silencio, orgullosamente. No me quise acercar más pues el viejo me notó, me miró con los ojos rojos de lágrimas, me gritó algún garabato para espantarme y hasta ahí me acuerdo porque llegó mi papá a recogerme y espantó también al viejo mientras me llevaba en brazos a la casa, me imagino que con un coscacho y un tirón de oreja . Supongo que al rato se habrá secado el barro y los bueyes avanzaron o tal vez el viejo los terminó por matar y se echó a su lomo las cosas que llevaba. No se.

Parece que esto te lo contaron mis papas cuando te invité a comer y te presenté con ellos. A ver si recuerdas un detalle que yo no. Ojalá. Pero te cuento esto, amor mío, para que quizás entiendas porque hice lo que hice, porqué me persiguen, porque esta cara que amaste sale en los diarios y la televisión. Dicen que los primeros años son los que cuentan y Dios quiera que estén en lo cierto, porque no se me ocurre otra excusa para convencerlos de mi justa excusa. Un beso, se que nos veremos pronto.
Chao."

lunes, 25 de mayo de 2009

Un perro relata un gran sueño que tuvo anoche


"No me acuerdo hace cuanto. No me acuerdo. Yo merodeaba , olía y olía, buscando un pedacito de lo que fuera. Hasta los tallos de las acelgas me comía. Tenia hambre, si. Todavía. Si me los tiran, me los como. Cualquier otra verdurita que tiraran. O si se iban, iba yo y en donde estaban sus carpitas, sus puestos que les llaman, me ponía a oler el piso buscando el rastro de una carne que hubiesen comido a mediodía y que yo pudiese comer ahora. O un hueso y me lo comía ñac ñac, abriendo bien la boca y haciendo crujir hasta las astillas al rico huesito, mostrando bien los dientes, porque quería decir Estoy Contento."

"Yéndome a la segura vuelvo a algunos puestos y sabiendo “Ah! Si me dieron la semana pasada me dan hoy!”. Uno confía en eso y la confianza a veces da provecho. O confías mucho en algo y lo ves asomarse en todos lados, en forma de hueso o verdura, que son mejores que la basura que tiran en los tubos que dan al agua grande y salada. Mejor que el puerto, porque ya no se dejan entrar mucho. Prefiero quedarme cuando puedo en los huesos y las verduras que siempre puede que hayan, y así. Confió."

"Un día me muevo un poco mas allá y todo es otra cosa. Camino siempre atento a lo que hay cerca mio, empiezo a oler algo así como al puerto que me daba miedo pisar. Peces. Otro perro huele muy cerca uno de esos peces que están muertos encima del hielo. Y mordisquea... No pues. Recién llegado y robando sin siquiera nada. Me acerco calladito, y le ladro “Oye, Oye!”. Y de ahí el dueño de los peces nos mira y nosotros dale que dale con los ladridos, mostrando los dientes (y ya no es un Yo Como y lo demuestro, sino un Yo Amenazo, que el perro entiende con claridad). El pelo en la espalda que sube y sube, la cola que te la muestro porque te quiero mostrar que me molestas. Nos mordemos, perro, mordámonos. Te vas porque yo se ladrar mejor. Correte y se que mordiendo bien no vuelves. Y de la lengua tendida al aire chorreaba un poco de baba y es que estaba cansadisimo."

"No, no suelo pelear. No peleo porque no se da. Pero así sin siquiera pedirle a el viejo de los peces, que yo entiendo que tiene los peces no regalados, sino que es toda una voluntad y un esfuerzo y un cansancio. Sin respetar, tu, perro, te abalanzas sobre su presa, su comida, la carroñeas. Así que ándate, por eso te mordí y mis ladridos te van a retumbar por varios días y te hablaran cuando te vuelvan a doler y se te pongan negros."

"Ocurrida así la pelea, El me empieza a acariciar el lomo, me dice cosas cantaditas, agradeciéndole yo con un langüeteo en las manos, y El se ríe y las saca, me pega un topon suave en la cabeza. Yo estaba cansado, si, había sol y soplaba esa brisa desde la playa que te humedece cuando el Sol esta encima de ti y de todos. Me tendí en las baldosas en las que fluía el agua derretida desde bajo los pescados que se mostraban y dejé que me refrescara mientras pasaba por abajo mío."

"Comencé a ver las patas de los que caminaban, los que se detenían a charlar con El y llevarse bolsas a cambio de su charla, y aquellos que caminaban anunciando cosas que yo no sabia que eran. A El no le pareció importar el que estuviera echado allí, frente a su puesto, así que me dormí como me duermo yo."

"Despierto asustado por unos tacos. Me duermo. Despierto cuando El empieza a decir "¡los últimos los últimos!", lo grita tanto que de a poco me levanto estirando las patas contra el suelo, sacando sin querer con mi garra un poco de mugre metida en la separación de las baldosas, me concentro un poco en esa mugre; ahí esta el olor a pez. Luego, me voy a juguetear con el viejo. Me acaricia otra vez el lomo y algo me dice, como muchos me han dicho tantas frases que no me entran y luego me mira y se asoman en su cara muchas grietas. Creo que sus grietas y arrugas son como los gusanitos que se comen los pájaros en el pasto de la plaza. Gusanitos que también respiran y se alimentan de su juventud, sus pulmones, su voz que ahora suena mas grave y raspada en comparación a la que tenia en la mañana, pero en cambio sus gusanitos le otorgan serenidad y honesta alegría mientras se desplazan por su cara y me acaricia en la cabeza y me da su mano para que la lama. La lamo. De nuevo."

"De a poco sacan los puestos mientras lo lamo y una mosca que me vuela en los ojos y no alcanzo a morder. El sol es mas grande y se lo empieza tragar el agua. Con eso El me tira una cabeza de pescado que me la zampo rápido en su poca carne, y empieza a cerrar las cosas, a tirar el agua heladísima que me salpica y yo chillo. Se demoran en sacar todo, me aburro un poco y me voy a merodear. Camino un poco a la esquina y al caminar veo como todos están en una rutina parecida: que cuenta la plata, bota los tallos de las lechugas, tomarse un tecito, lavarse las manos, chasconear al cabro que se porto bien y ayudo a pesar las frutas. En un cajón hay otro perro mordisqueando las bolsas en su interior. Con la cabeza gacha me acerco, lo huelo y su olor me dice que esta buscando comida. Con los dientes naranjos de zanahoria me dice que le molesta que le huelan la comida que es suya y yo le digo que se como es eso, que corretee a uno igual, lo mismo, y dejo que me huela para que escuche el pescado que me llena las tripas. Me dice que de semana en semana vienen, se instalan, viene gente, mas o menos siempre la misma, estos se van y luego ellos se van. Entremedio tu te encuentras con la comida que baila de sus manos a la pesa, de la pesa a la bolsa, el cajón, una que otra boca. Me dice esto entrecortadamente y así yo lo oigo mientras me muerdo una pulga."

"De a poco me digo: La mano del viejo es de por si, es cariño o es su mano bañada en pescado, y nada más. Una de dos. Ya no recuerdo lo que me dice el otro perro mientras me lo dice por que me absorbo en eso que me inquietaba calladamente. La cosa va así: me quedo con el viejo de los gusanitos, me lleva en el camión que reposa atrás de su tienda, asumo que vendrán mas caricias, quizás un niño tenga el viejo. Volver todas las semanas, velar por sus peces, mientras veo el agua que se acanala en las grietas de la cerámica. Ver a los otros perros merodeando cuadras donde no abunde mi olor. Mi olor a pez. Seré un pez peludo a cambio de su refugio. A lo largo de la ancha plaza y el paseo que bordea la playa camina mi otra opción. Ni siquiera se si me aceptaran, o si dejaran que me devuelva por donde vine. No. No, viejo."

"Ya estoy corriendo por las calles que me habían visto pasar y el perro que me hablaba siguió con sus zanahorias. Llego a la cuadra de la feria en desarme, quedan tres puestos y aun tiran el agua derretida del puesto del viejito. Allí esta él. Manteniéndose agachado tras vaciar una de las bandejas, me mira feliz venir y su cara mueve los labios y sus ojos están casi cerrados mientras los mios bien abiertos observan la bandeja que no ha sido guardada y en ella están los ojos neutros de cuatro grandes peces que no alcanzaron a vivir para creer que un perro pudiera robárselos mientras salia corriendo hacia los cerros del puerto."

sábado, 23 de mayo de 2009

Mandar a la mierda es simple y sagrado.

Es sacarle monedas a la mamá del bolsillo de la chaqueta.
Es hacerse el choro en la calle
y después llorar por unas zapatillas.
Es sacarle la lengua a un ciego.
Es bailar lo que sea sin comer nada antes.
Es seguir a un perro y no lo contrario.
Es visitar la casa donde te criaste.
Es ver a los viejos en las bancas
de las entradas de sus casas.
Es sacarse las botas y saltar sobre un charco
de una lluvia que no termina.
Es dormirse bajo un tronco.
Es una laucha mirándose al espejo
sin temor de las escobas.
Es lo que es de a poco.
Es esperar que no nos encontremos.