domingo, 28 de junio de 2009

La excusa

"Ahora si que no tengo ningún apuro; Así me acuerdo mejor de esas cosas. Te cuento:

Amaneció despejado y nítido, con el celeste original del cielo, manchado aquí y allá por algunas nubes. Se me ocurre que sólo en el tiempo de los indios pudo haber un amanecer como esos, radiante, puro, incivilizado.
Había llovido.
Estaba verde el suelo y los cerros, tapizados de pinos oscuros apilados en fila por alguna forestal, estaban aún más verdes. Yo estaba sentado en la puerta de la casa mirando esas nubes que parecían recién nacidas. Pero tu conoces el sur y sabes de que color se ponen sus pueblos después de un diluvio de varios días, así que me ahorro toda descripción. Pienso que tal vez estés por allá mientras te escribo esto.

Mis papás habían salido la noche anterior a comer donde unos amigos y volvieron de madrugada, silenciosos para evitar despertarnos a mi abuela y a mi. Fueron a mi pieza, me acariciaron el pelo y se pusieron a hablar allí, no más fuerte que la lluvia que caía afuera, creyéndome dormido.
Los escuchaba acostado contra la pared, curioso por saber lo que hacía mientras dormía. No recuerdo de que hablaron, pero te cuento estas cosas para ver si descubres algo sobre mi que no haya notado.

Así que, como decía, al día siguiente estaba sentado mirando hacia el cielo muy temprano, un sábado o domingo. Ahí parece que me decidí, no me acuerdo muy bien porque, pero he pensado que los niños pueden actuar porque si ya que algo de animal, de instintivo, les debe quedar en sus cabezas que recién se forman.
De modo que me escapé de la casa: abrí las rejas del portón y empecé a caminar despacio por la vereda, saltando las pozas de agua y mirando a todos lados. Doblé en la esquina de la cuadra de mi casa y seguí por el largo camino de tierra que daba hacia el lago del pueblo. Me embarré entero con mucho gusto, según recuerdo. Me acerqué a mirar el agua marrón que pasaba por un canal al costado del camino y tengo que haber tirado un palo o cosas así para haberme quedado un buen rato allí, sentado en el pasto mojado

Descansaba jugando con los chanchos de tierra cuando por ese camino embarrado se metió un viejo de chaqueta café y sombrero de ala ancha encima de una carreta con su yunta de bueyes moviéndola lentamente, a la velocidad de las nubes. Y el viejo dale que dale azotándole a los animales con una varilla para que se apuraran. Se quedaron quietos ambos sin quejarse de los golpes del viejo y es que parece que se quedaron atrapados en el barro o algo así, no recuerdo bien.
Solté los bichos que tenía en la mano y me fui acercando de a poco mientras los bueyes resistían un varillazo en la cabeza, otro en las piernas, en el lomo y nada, ahí seguían , silenciosos, mansos y vivos. Algo llevaría el caballero en su carreta que necesitaba llegar pronto, pues gritaba casi con llanto mientras azotaba al par de animales, los que sangraban en silencio, orgullosamente. No me quise acercar más pues el viejo me notó, me miró con los ojos rojos de lágrimas, me gritó algún garabato para espantarme y hasta ahí me acuerdo porque llegó mi papá a recogerme y espantó también al viejo mientras me llevaba en brazos a la casa, me imagino que con un coscacho y un tirón de oreja . Supongo que al rato se habrá secado el barro y los bueyes avanzaron o tal vez el viejo los terminó por matar y se echó a su lomo las cosas que llevaba. No se.

Parece que esto te lo contaron mis papas cuando te invité a comer y te presenté con ellos. A ver si recuerdas un detalle que yo no. Ojalá. Pero te cuento esto, amor mío, para que quizás entiendas porque hice lo que hice, porqué me persiguen, porque esta cara que amaste sale en los diarios y la televisión. Dicen que los primeros años son los que cuentan y Dios quiera que estén en lo cierto, porque no se me ocurre otra excusa para convencerlos de mi justa excusa. Un beso, se que nos veremos pronto.
Chao."

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